El Templo Mayor constituye uno de los descubrimientos más trascendentales de la arqueología mexicana. Tan sólo hace cuatro décadas, los mexicanos desconocíamos que existieran ruinas de la más importante edificación de la Gran Tenochtitlán. En la esquina de las calles de Guatemala y Seminario, en el Centro Histórico de nuestra ciudad, había un edificio de estilo colonial que alojaba oficinas y una librería en su planta baja.
Sin embargo, un hallazgo accidental habría de revelar los secretos que se ocultaban bajo estas casas coloniales de nuestro centro histórico. En la madrugada del 21 de febrero de 1978 un grupo de trabajadores de la Compañía Federal de Electricidad, laboraba arduamente bajo la calle de Guatemala para solucionar una emergencia, cuando se toparon con una piedra labrada con extrañas figuras.
Imagen: El templo mayor entre los edificios de la ciudad.
Ante la evidencia de que se trataba de una escultura prehispánica, dieron de inmediato aviso al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Unas horas más tarde, un grupo de arqueólogos comprobaba que los electricistas habían hallado una importante escultura mexica. Y algunas semanas después el Director General del INAH informaba públicamente que se había descubierto nada menos que el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlán.
Los arqueólogos comprendieron que sería imposible continuar con la exploración ya que la mayor parte de la pirámide se encontraba cubierta por diversas casas de estilo colonial. La disyuntiva estaba planteada: o se destruían los edificios que cubrían a la pirámide o se detenía la exploración.
Para fortuna de la memoria histórica de México y el mundo, el entonces presidente José López Portillo, quien por cierto era un conocedor de la historia prehispánica de México, tomo la decisión, amparado en la Ley Federal de Monumentos Históricos y Arqueológicos, de destruir las edificaciones que cubrían la mencionada pirámide.
Algunos años más tarde, el Templo Mayor abrió sus puertas al público, ofreciendo a sus visitantes, no solamente la posibilidad de recorrer la ruinas de esta pirámide, sino de visitar un importante museo que exhibe una gran variedad de esculturas en piedra, objetos rituales y piezas de cerámica, que fueron encontradas durante las exploraciones en ofrendas y sitios diversos de la gran pirámide y sus alrededores.
Imagen: Serpiente emplumada en el Templo Mayor.
Sin embargo, para comprender la trascendencia de este hallazgo arqueológico, es necesario que retrocedamos en el tiempo y recordemos el origen de la ciudad azteca y los mitos de esta extraordinaria cultura.
De acuerdo con las fuentes originales, los aztecas o mexicas establecieron su ciudad, a la que llamarían México- Tenochtitlán, en un islote del Lago de Texcoco, en 1325, procediendo de inmediato a construir un recinto sagrado que incluía a la pirámide del Templo Mayor.
De acuerdo con una leyenda fundacional de este pueblo, como resultado de una batalla sostenida contra su hermana Coyolxauhqui sobre el cerro de Coatepec, Huitzilopochtli se erigió como el Sol, que hacía posible la vida humana. Sin embargo, para que el Sol pudiera salir todos los días a iluminar el mundo, Huitzilopochtli tenía que derrotar diariamente a Coyolxauhqui. Por ello, los aztecas realizaban sacrificios de guerreros de otros pueblos, tomados como prisioneros en combate, cuyo muerte representaba la derrota de Coyolxauhquil. El sacrificio se llevaba a cabo sobre el Templo Mayor, que a su vez representaba a la montaña sagrada de Coatepec.
Imagen: Monolito de Coyolxauhquil
El Templo Mayor tenía un original diseño: dos escalinatas que partían de una explanada y conducían cada una de ellas a un recinto sobre la pirámide. El recinto del lado norte estaba dedicado a Tlaloc, dios del agua y de la lluvia. Y el del lado sur, a Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra.
Imagen: El templo Mayor antes de su destrucción, ilustrado en el códice Durán
De acuerdo con la tradición mesoamericana, el Templo Mayor fue reedificado en 6 ocasiones. En su última edificación llegó a tener una altura de 45 metros.
Las Ruinas
Después de la conquista de Tenochtitlán, los españoles destruyeron el Templo Mayor y los edificios aledaños. Pero no pudieron destruirlos en su totalidad debido, debido a que las etapas constructivas más antiguas se encontraban bajo el nivel del suelo de la Ciudad de México.
Es por ello que, al descubrir las ruinas del Templo Mayor, los arqueólogos se encontraron con las escalinatas, recintos y habitaciones de las etapas constructivas tempranas del recinto sagrado, gracias a lo cual hoy en día podemos conocer, con ciertos detalles, esta magnífica pirámide del México antiguo.
Imagen: Fases de construcción del Templo Mayor
Con el descubrimiento llevado a cabo por un grupo de electricistas en 1978, la Ciudad de México recuperó un fragmento vital de su pasado, que hoy en día muestra con orgullo a los ciudadanos de nuestro país y a los visitantes del mundo.
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Eduardo Matos, Obras maestros del Templo Mayor. México, Fomento Cultural Banamex. Eduardo Matos, Los aztecas. INAH-CONACULTA.
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