María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón de Domínguez también conocida como La Corregidora, se destacó por su lucha por la justicia, la soberanía y la igualdad durante la Independencia de México.
En el año de 1810, a raíz de la invasión napoleónica a España, que ocasionó la imposición del hermano de Napoleón al frente de la monarquía española, grupos de criollos de diferentes colonias de América se propusieron independizarse.
En la Nueva España (actual México) uno de estos grupos se reunía, en Querétaro, en la casa del Corregidor de aquella ciudad, contando con la participación activa de Josefa Ortiz, esposa del corregidor, originaria de Valladolid (hoy Morelia) adónde había nacido en 1773.
Imagen: Josefa Ortiz de Domínguez
La conspiración había sido organizada por el Capitán del Regimiento de Dragones de la Reina Ignacio Allende y participaban en ella además Epigmenio González y su hermano, el oficial Mariano Abasolo y el cura Miguel Hidalgo, entre otros. Los conspiradores se reunían aparentando que participaban en una Academia Literaria.
Imagen: Conspiradores de Querétaro. Óleo sobre tela.
Los participantes de estas juntas, planeaban emprender un movimiento armado para derrocar al virrey de la Nueva España e instalar una Junta de gobierno independiente. Sin embargo, el 13 de septiembre, la conspiración fue delatada.
Por esta razón, el Corregidor Miguel Domínguez fue advertido de que debía de arrestar a los conspiradores. Domínguez decidió entonces traicionar a sus compañeros de conspiración, ocultando a las autoridades militares que él y su esposa formaban parte del grupo de conjurados.
Imagen: Corregidor Miguel Domínguez
En estas circunstancias, para evitar que su esposa Josefa avisara a los demás conjurados, el corregidor la encerró en una habitación. Pero doña Josefa llamó a uno de sus sirvientes y le entregó una carta dirigida al capitán Allende, que finalmente llegó a su destino. Advertidos Allende y el cura Hidalgo -quienes se encontraban en ese momento en el pueblo de Dolores, de su inminente captura-, decidieron precipitar el movimiento.
El cura Hidalgo convocó entonces a los feligreses de su parroquia para conformar el primer ejército insurgente.
Imagen: Hidalgo, Allende, Aldama y demás caudillos. Pintura de Tarazona, 1943.
Claro está, de no haber sido por el aviso que envió la corregidora al capitán Allende, las autoridades habrían aprendido a éste, a Miguel Hidalgo y a los demás conjurados, lo que les habría valido caer en la cárcel, frustrando el inicio de la insurrección de Independencia.
Imagen: Inicio de la guerra de Independencia. Pintura.
A pesar del esfuerzo que hizo don Miguel Domínguez por librarse de la acusación de conspirador, él y su esposa Josefa fueron aprendidos y encarcelados. Miguel fue recluido en el Convento de la Cruz y Josefa en el convento de Santa Clara, en Querétaro y para 1814 fue trasladada al Convento de Santa Teresa en la Ciudad de México, en tanto que Miguel Domínguez fue liberado en aquel mismo año.
Imagen: Josefa Ortiz. Óleo sobre tela.
No obstante, los esfuerzos realizados por Miguel Domínguez, su esposa Josefa permaneció en la cárcel hasta que, en 1817, el virrey Juan Ruiz de Apodaca la liberó, como parte de su política de pacificación con que pretendía acabar con la guerra de Independencia.
Una vez en libertad, Josefa continuó apoyando al movimiento de Independencia, consiguiendo recursos económicos para apoyar la lucha, y estableciendo una suerte de mensajería con quienes permanecían insurrectos.
Imagen: Iglesia y convento de Santa Teresa la Antigua
Una vez consumada la Independencia, Josefa Ortiz permaneció activa. En su casa de la calle del Indio Triste en la Ciudad de México, llevaba a cabo reuniones con grupos masónicos y con dirigentes políticos como el líder insurgente Guadalupe Victoria –quien llegaría a ser el primer presidente de México- y con Valentín Gómez Farías, quien años después, en su calidad de presidente interino, instauró la primera Reforma liberal.
Imagen: Casa de la Corregidora en la Calle del Indio Triste (hoy Calle del Carmen) en el Centro Histórico de Ciudad de México.
En 1822, al ser coronado como emperador don Agustín de Iturbide, su esposa Ana Huarte la invitó a Josefa a formar parte de su corte. Lógicamente Josefa no aceptó, argumentando que no traicionaría sus ideas republicanas apoyando a un monarca.
Josefa continuó participando en grupos políticos que luchaban por la causa republicana y liberal con la que ella se sentía comprometida.
Imagen: Ana María Huarte de Iturbide. Óleo sobre tela.
El 3 de marzo de 1829, a los 55 años de edad, falleció esta heroína, cuya oportuna intervención hizo posible que Hidalgo, Allende y los primeros dirigentes emprendieran la guerra de Independencia. Y sus restos yacen en el Panteón de los Queretanos Ilustres.
Imagen: Mausoleo de Josefa Ortiz en el Panteón de los Queretanos Ilustres.
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Duración 13:24 mins.
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