A pesar de su corta estatura Laurent de Graff, también conocido como "Gesel van de West", que significa "El azote del occidente", fue un verdadero azote para Yucatán, Tabasco, Veracruz y Campeche.


En el mes de mayo de 1683, Veracruz, el principal puerto de la Nueva España, sufrió el ataque de uno de los piratas más temibles de las Antillas: el holandés Laurent de Graaf, mejor conocido como Lorencillo.
En unos cuantos días, los habitantes de Veracruz fueron doblegados por los invasores y hechos prisioneros, padeciendo todo tipo de vejaciones y el robo de sus pertenencias y caudales económicos.
Imagen: La legendaria Isla Tortuga. Refugio de los piratas del Caribe.
¿Pero cómo fue posible que el principal puerto de una de las dos colonias más ricas de España, fuera víctima de la osadía de un filibustero. Veamos.

El puerto de San Juan de Ulúa, situado en una pequeña isla frente a la Ciudad de Veracruz, era el sitio al que arribaban las embarcaciones provenientes de España y del que partían los barcos cargados con plata y productos exportados a la metrópoli española.
Por este motivo, desde los primeros tiempos del Virreinato de la Nueva España, fue construida una muralla en la isla de Ulúa, aunque la ciudad de Veracruz carecía de muros y baluartes que la protegieran.
Imagen: La ciudad de Tablas. Plano de la Ciudad de Veracruz y de isla de San Juan de Ulúa, levantado por el ingeniero holandés Adrián Boot, 1615.

Laurent de Graaf nació en Dordrecht, Provincias Unidas de los Países Bajos, cerca del año de 1653. Desde joven se enroló en la armada española. Sin embargo, en un asalto fue capturado por una embarcación de bucaneros franceses, quiénes a cambio de respetarle la vida, le ofrecieron unirse a ellos. Por su corta estatura, sus compañeros de correrías lo habían apodado Lorencillo.
Imagen: Retrato de Laurent de Graaf.

Con el tiempo, Lorencillo adquirió prestigio y una posición de mando, que hizo posible que en 1683 se propusiera emprender un asalto a la ciudad de Veracruz. Para ello se dirigió al puerto de San Juan de Ulúa, con dos navíos y 9 embarcaciones menores.
Por su parte, los habitantes de Veracruz, quienes esperaban la llegada de la flota de España, creyeron que los barcos de Laurent de Graaf eran parte de aquella flota, por lo que no hicieron nada para preparar la defensa.
Imagen: Vista de la plaza de Veracruz. Fines del siglo XIX.

En la madrugada del 17 de mayo de 1683, descendieron de los barcos cerca de 600 filibusteros, quienes recorrieron la ciudad apoderándose de los sitios estratégicos y saqueando casas y edificios. Los comerciantes y habitantes ricos fueron encerrados con sus familias en la Catedral, siendo sometidos a torturas para que confesaran en dónde escondían sus caudales económicos.
Imagen: Vista de Veracruz en el siglo XIX. Fotografía de Paul Emile Miot.

Transcurridas dos semanas y después de haber dado muerte a varios cientos de los habitantes de aquella ciudad, los filibusteros emprendieron el viaje de regreso, llevando cuantiosos tesoros y dejando a los ciudadanos de Veracruz sumidos en la miseria y en la desesperación.
Claro está, al enterarse el virrey de la Nueva España de este acto de piratería, envió de inmediato un batallón militar, el que sin embargo arribó a esta ciudad cuando los piratas habían terminado de alejarse.
Imagen: Batalla naval frente a San Juan de Ulúa. Grabado.

El asalto a Veracruz fue un acontecimiento tan terrible, que dejó una huella dolorosa e imborrable en los habitantes de aquella localidad, a lo largo de varias generaciones.
Por este motivo, el virrey de Nueva España condenó a muerte al Gobernador de Veracruz, haciéndolo responsable de la falta de previsión, que hizo imposible impedir la tragedia. Sin embargo, la pena de muerte sería conmutada por el exilio a España.
Imagen: Recreación de la plaza de armas de Veracruz por A. Rouargue. Grabado realizado por J. Cauchard.

Lo cierto es que, a raíz de este doloroso acontecimiento, el Virrey se convenció de la imperiosa necesidad de fortificar a la ciudad de Veracruz, por ello, a partir de 1683 se emprendió la construcción de una muralla de un poco más de tres metros de altura y una longitud de 2.6 kilómetros, que rodeaba completamente la ciudad. Pero la construcción de la muralla no parece haber sido fácil, ya que fue concluida hasta 1790, es decir más de un siglo después.
También el puerto de San Juan de Ulúa fue convertido en una gran fortaleza militar.
Imagen: La ciudad de Tablas. Plano de la Ciudad de Veracruz y el Puerto de San Juan de Ulúa, realizado por Adrian Boot en 1683.

Curiosamente, el asalto a Veracruz quedó grabado en la memoria de los mexicanos a través de la canción de La Bamba. De acuerdo con un relato popular, la condesa Beatriz del Real, propietaria de la Hacienda de Malibrán, al enterarse de la invasión de los piratas a Veracruz habría dicho a uno de sus peones:
“¿Y ahora cómo le van a hacer, si ni marineros son?
A lo que uno de los presentes, de nombre Guaruso, que gustaba improvisar versos, habría contestado:
“Yo no soy marinero, por ti seré”, frase que constituye una de las estrofas más atractivas de la afamada canción.
Imagen: Baile de “La Bamba”.

Por otra parte, hay que mencionar que Laurent de Graaf se unió amorosamente con la francesa Anne Dieu Le Veut, quien además de acompañar a Laurent en sus correrías, adquirió fama como una hábil y valerosa filibustera.
Es importante mencionar que, a raíz de su exitoso asalto al Puerto de Campeche, Lorencillo recibió el título de “Caballero” por parte del gobierno francés. Años después, en 1699, combatió por Francia en la toma de la Louisiana, y posteriormente se estableció en Mobile, actual estado de Alabama, en donde vivió como granjero hasta su muerte en 1704.
Imagen: Ilustración que representa a Anne Dieu Le Veut.
Te recomendamos ver el video titulado:
Narrada por un músico acompañado por su jarana.
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